Aditivos alimentarios

 En el programa 5 dies de 5/10/21 estuve hablando con Antònia Ferrer Ferrà sobre aditivos alimentarios. Los aditivos alimentarios producen gran preocupación en muchas personas, llegando algunas de ellas a rechazar los alimentos que los contienen. Sin embargo, esta preocupación carece de fundamento.

Los aditivos son sustancias que pueden añadirse a los alimentos con una finalidad tecnológica, para mantener o mejorar determinadas características cuando ello no puede conseguirse por otros medios razonables. La normativa que los regula IMPIDE EL USO como aditivo de CUALQUIER SUSTANCIA QUE REPRESENTE UN PROBLEMA PARA LA SALUD del consumidor.

Por ejemplo, los colorantes se utilizan para dar color a los alimentos, como yogures sabor fresa, o para endulzar los alimentos, como en los refrescos edulcorados. No está permitido su uso para enmascarar una pérdida de calidad o frescura, por ejemplo usar un colorante o edulcorante para disimular la pérdida de color o un mal sabor, a causa de que el alimento ha empezado a deteriorarse. Otro ejemplo son los conservadores, que aumentan la vida útil de los alimentos; los antioxidantes, que previenen su deterioro por oxidación, etc.

Los aditivos deben aparecer en el etiquetado, en la lista de ingredientes, pues se trata de uno de ellos. Pueden aparecer con su denominación específica, por ejemplo ácido cítrico, o por su número E, formado por la letra E seguida de un número de código, en el caso del ácido cítrico el E330.

Muchos de ellos son sustancias presentes naturalmente en los alimentos, como el ácido cítrico (E330) y el ácido ascórbico (o vitamina C, E 300) presente en los cítricos, como la naranja o el limón; el ácido málico (E 296), presente en las manzanas; el ácido tartárico (E 334) de las uvas; todos ellos entre otros usos se utilizan como acidulante (para acidificar el alimento), conservante o antioxidante. El ácido láctico (del yogur), el acético (del vinagre), dióxido de carbono (lo liberamos al respirar), el alfa-tocoferol (del aceite de girasol) o las lecitinas (del huevo). La taumatina (E957) se usa como edulcorante 2500 veces más dulce que el azucar y sin calorías. Se halla en los arilos (cubierta) de las semillas del katemfe, un arbusto africano. En su región de origen se utilizan los arilos para endulzar. 

Otros son sustancias naturales, aunque no se hallan naturalmente en los alimentos, como el ácido carmínico (E120) que es un colorante rojo que se obtiene de la hembra de la cochinilla algodonosa de la chumbera y se utiliza para dar ese color, por ejemplo en yogures sabor fresa o en cosmética, en lápices de labios (carmín). 

También los hay artificiales, como la sacarina (E 954) que se utiliza como edulcorante acalórico, proporcionar sabor dulce sin aportar calorías.

Todos ellos son evaluados por un comité de expertos de la FAO y la OMS, así como por el panel de expertos de aditivos y aromatizantes alimentarios de la UE, y aprobados por la UE. Sólo pueden incorporarse los aditivos aprobados en la normativa, en los alimentos en que se hallen autorizados y sin superar las cantidades máximas autorizadas. Esta evaluación es permanente y ante nuevas evidencias que generen dudas los aditivos dejan de estar autorizados. Normalmente estos comités determinan la IDA, ingesta diaria admisible, que es la cantidad máxima que puede consumir una persona de un aditivo toda su vida sin padecer efectos adversos, considerando todos los alimentos que lo contienen. Luego sólo se autoriza una cantidad entre 100 y 1000 veces más pequeña.

Normalmente los alimentos poco procesados y más naturales no tienen ningún aditivo autorizado o tiene muy pocos, por ejemplo una lechuga fresca entera no tiene ninguno o la carne fresca, en la que sólo se permiten los colorantes para ponerles un sello de marcado veterinario.

Sin embargo muchos aditivos puede ser indicativo de un alimento muy complejo, ultraprocesado, poco parecido a ningún alimento natural y que podría incorporar muchas grasas saturadas, mucho azúcar u otros nutrientes, caso en el que sería recomendable consumirlo de forma poco frecuente y en poca cantidad. Por ello recomendamos siempre leer bien las etiquetas fijándonos bien en la lista de ingredientes y valores nutricionales.




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