Conservas y semiconservas
En el programa 5 dies de 29/10/21 estuve hablando con Antònia Ferrer Ferrà sobre el uso de conservas y semiconservas.
Los alimentos en conserva en lata o tarro son una muy opción muy interesante por su larga conservación sin necesidad de frigorífico. Ahorran energía, son fácilmente transportables a cualquier lugar y son reciclables. Las de pescado nos permiten conservarlo y consumirlo muy fácilmente y actualmente disponemos de ellas con el líquido de cobertura agua, aceite de girasol o de oliva.
Conviene distinguir las conservas de las semiconservas. Las primeras son esterilizadas con el alimento ya envasado, por lo que son muy estables, no se corrompen a temperatura ambiente y son de muy larga duración. Por ejemplo una lata de sardinas. Las semiconservas no se esterilizan y basan su duración en su baja humedad, la salazón, el bajo pH o algún factor similar, que no las llega a hacer tan estables por lo que requieren frío para una adecuada conservación. Por ejemplo, una lata de anchoas.
En el caso de las conservas deben mantenerse en un lugar fresco y seco, protegidas de la luz solar directa. Consumirlos ordenadamente, empezando por los más antiguos.
Las conservas y semiconservas poseen fecha de consumo preferente en lugar de caducidad, por lo que si apreciamos que el envase se halla íntegro y el contenido nos parece correcto, pueden consumirse incluso superada esa fecha, aunque tal vez se haya producido cierto deterioro de su calidad organoléptica.
La larguísima durabilidad y seguridad de las conservas depende de la ausencia de microorganismos dentro del envase. Sin embargo, golpes y abolladuras o puntos de óxido pueden comprometer su hermetismo, por lo que no se deben consumir envases abollados, con óxido, o que rezumen líquido. Tampoco latas abombadas, pues evidencia la producción de gas por actividad microbiana, ni tarros que liberen gas al abrirlos. No confundir con el silbido que en ocasiones oímos al abrir las latas, que se produce por la entrada de aire exterior para compensar el vacío generado en su elaboración.
Si el envase está sucio, limpiarlo antes de la apertura. También lavarse las manos.
Una vez abierto el envase se convierte en un alimento perecedero, por lo que el alimento debe conservarse en el frigorífico, con la fecha de apertura inscrita, y consumirse en el plazo indicado por el fabricante, usualmente unos pocos días. Los alimentos pueden conservarse en su tarro, pero en el caso de los enlatados, salvo indicación en contrario del fabricante, deben transferirse a otro envase, pues en algunos el oxígeno puede favorecer la reacción del alimento o el líquido de cobertura con el metal del envase. Es adecuado un recipiente con tapa de uso alimentario, de plástico o similar.
El alimento puede calentarse en su lata, en horno o baño maría. Para ello abrir la tapa y, de ser necesario, cubrirla con papel de aluminio.
No desechar el aceite de las latas en el fregadero. Los envases y tapas metálicos pueden desecharse en el contenedor de envases, normalmente amarillo. Los tarros de vidrio en el contenedor de vidrio, habitualmente iglú verde.
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